Guardián de mis recuerdos

 

Hace un par de semanas tuve que hacer un viaje veloz a Trujillo con posibilidades de pasar el día de la madre por allá. Me daba tanta pena, por más que dijera «Bah, día de la madre es todos los días», que decidí hacer todo a la velocidad de un rayo y tratar de embarcarme la mañana del domingo. Logré terminar todo en 9 horas  y decidí ir a comprar diarios locales al kiosko de la esquina. En el camino, a media cuadra del hotel, del cual no pensaba salir hasta no embarcarme, me topé con el lugar más mágico que pueda haber visto en mi vida: «El Museo del Juguete«. Proyecto romántico de Gerardo Chávez: «Con la creación de este ambiente lúdico, las nuevas generaciones ahora pueden disponer de un espacio imaginario que incentive a realizar obras manuales y sublimes, en este mundo donde impera la violencia, recreando fantasías que nos permitan vivir en un lugar más humano, justo, generoso y placentero».

Tomé algunas fotos de objetos que me hicieron recordar olores, sonidos, risas de mi infancia; como estas ollas de barro que mi madre nos compraba en el mercado de Pueblo Libre.
Creo que está en la naturaleza del ser humano, el no querer sentirse tan pequeño en medio del vasto universo, por eso cualquier cosa pequeña que calque con exacta fidelidad nuestro entorno, siempre será objeto de nuestros deseos y admiración.

Quien no ha tenido una casa de muñecas? Bueno, en mi época era el departamento de la Barbie con ascensor incluído; pero ni aún esa, puede superar a la que vi en El Museo del Juguete.
Esta casa de muñecas que data del año 1950, cuida hasta el más mínimo detalle: Desde el libro en el escritorio de la casa, hasta el cepillo en el tocador, los espejos en las habitaciones y la vajilla en la cocina.

 

 

 

Quien tenga mi edad, no puede dejar recordar la máquina de coser Singer de la abuelita! Recuerdo que solía esconderme debajo de ella y me mecía por horas subida en el pedal. Me emocioné mucho al volverla a ver en versión petit.

 

El detalle es todo, y podemos ver un simple ejemplo en este estante de libros en miniatura, con libros incluídos.

 

 

 

Encontré otros juguetes, con los que nunca he jugado en mi infancia, valga la aclaración; pero al verlos fue como si recordara las infancias que nunca tuve y quise tener.

 

 

 

Si van por Trujillo, no dejen de visitar este lugar. Además, encontrarás un Café Bar al más puro estilo inglés.